"Es tan misterioso el país de las lágrimas". St. Exupery
Pasás la semana viendo gente que llora.
Subís una pasarela y un viejito pide dinero. Llueve. Llora.
Caminás a casa, y un niño pide dinero. Llueve. Llora.
Leés las noticias.
Encuentran a pareja de ancianas muertas. Tenían 8 meses solas en su casa de la Colonia Escalón.
Da rabia. Cólera.
Y uno comienza a sentir el vacío.
La soledad.
La ilusión se ha ído.
Camino a casa como siempre.
Suena el Ipod.
"Al pie desde su niño", recitado por Valeria Bertinelli, en homenaje a Neruda.
Y lloro.
Y no, no llueve.
El pie del niño aún no sabe que es pie,
y quiere ser mariposa o manzana.
Pero luego los vidrios y las piedras,
las calles, las escaleras,
y los caminos de la tierra dura
van enseñando al pie que no puede volar,
que no puede ser fruto redondo en una rama.
El pie del niño entonces
fue derrotado, cayó
en la batalla,
fue prisionero,
condenado a vivir en un zapato.
Poco a poco sin luz
fue conociendo el mundo a su manera,
sin conocer el otro pie, encerrado,
explorando la vida como un ciego.
Aquellas suaves uñas
de cuarzo, de racimo,
se endurecieron, se mudaron
en opaca substancia, en cuerno duro,
y los pequeños pétalos del niño
se aplastaron, se desequilibraron,
tomaron formas de reptil sin ojos,
cabezas triangulares de gusano.
Y luego encallecieron,
se cubrieron
con mínimos volcanes de la muerte,
inaceptables endurecimientos.
Pero este ciego anduvo
sin tregua, sin parar
hora tras hora,
el pie y el otro pie,
ahora de hombre
o de mujer,
arriba,
abajo,
por los campos, las minas,
los almacenes y los ministerios,
atrás,
afuera, adentro,
adelante,
este pie trabajó con su zapato,
apenas tuvo tiempo
de estar desnudo en el amor o el sueño,
caminó, caminaron
hasta que el hombre entero se detuvo.
Y entonces a la tierra
bajó y no supo nada,
porque allí todo y todo estaba oscuro,
no supo que había dejado de ser pie,
si lo enterraban para que volara
o para que pudiera
ser manzana.
1984 - Capítulo 5. Primera parte
Hace 4 semanas
2 Manchas en la pared:
y vino el diseñador e inventó las sandalias...para que el pie pudiera al menos ver el sol, el cielo, sentir la lluvia y también, llenarse de polvo, porque sólo encerrado en el zapato está a salvo de todo.
Ay, no, Raúl, qué suerte que no vi la noticia.
Bueno, vos y yo padecemos el mismo mal. Pero NUNCA hacemos nada. Hagamos algo, el otro martes.
TE OBLIGO.
OÍS?
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