Escuchar esa canción de Company of Thieves, que se llama Oscar Wilde, que dice que "We are all our own devils", mientras leo en Vidas Escritas, un esbozo que hace Javier Marías, sobre los últimos días de Wilde: “Quizás en la cárcel aprendió a tener miedo,
en todo caso era un hombre prematuramente envejecido, sin más dinero
que el que le iban procurando sus más fieles amigos, perezoso ante
el trabajo (esto es, ante la escritura), y un poco cómico. (...)
Estaba cada vez más sordo, tenía la piel enrojecida y vulgarizada
y caminaba como si los pies le dolieran, apoyado siempre en su bastón
arrebatado. Lo único que conservaba intacto, era su capacidad de
conversación”.
La vida suele tener correspondencias.
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