Irina habla con las manos sudorosas, pero con la conciencia de haber tomado la mejor decisión.
Gracias a sus esfuerzos, puede ofrecer a sus 2 hijos, un pequeño más rubio que el sol, de unos 5 años, y a una niña sonriente de 3 años, un mejor futuro. Una casa propia, pagada hasta la mitad, y el inicio de un mejor tiempo.
Irina sabe que aunque ahora mucha gente lo vea mal, en algún momento entenderán que hay decisiones que deben ser tomadas.
Su pequeña de meses le dio 3000 Euros en el mercado negro, para una familia griega que no puede tener hijos.
Sus finanzas le agradecerán momentáneamente a los problemas de infertilidad de una pareja a cientos de kilometros. Jamás verá de nuevo a su hija. Hasta comienza a olvidar el nombre que le había puesto. Era Alexandra? O quizás Izabelle? Ya no lo recuerda. La casa está sucia. La policía no puede hacer nada. Nadie sabe nada.
Todos ven y nadie sabe nada.
La pequeña niña de Irina jamás sabrá que no nació en Grecia. Jamás sabrá que ella compró una mejora para sus hermanos.
El personaje que hizo la conexión para la venta se queda con la mitad de los 6000 Euros que la familia griega pagó. El negocio sigue.
Ser padre en estos tiempos ya no significa nada.
(Tal como lo vi en un Documental Alemán, sobre ese tipo de "negocios" en la Europa del Este.)
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