domingo, 9 de mayo de 2021

Primeras veces

 Han pasado casi dos meses y uno apenas comienza a entender. La vida no sigue siendo la misma, por más que pase el tiempo. 

Cuando sos niño, te van moldeando, te van agregando instrucciones, referencias, tradiciones, creencias y obligaciones. Entre las cosas que me inculcaron, estaban las celebraciones. Desde pequeño las maestras te fomentan las manualidades sencillas que llenan el momento de la celebración y crean una amorosa tradición. 

Cuando murió papá, yo tenía 10 años, y fue extraño cuando con mi hermana nos veíamos en la duda de qué hacer con el regalo del día del padre que nos hacían hacer en el colegio. Poco a poco fuimos entendiendo que la ausencia ya era suficiente dolor. No nos quedó ninguno de los regalos que le hicimos con manualidades. 

Hoy, que mamá cumplirá dos meses de haber partido, este es el primer día de la madre en que ella no estará acá con nosotros físicamente. El primero en que no la llevaremos a comer, tradición que creamos hace solo unos 10 años, cuando mi hermana y yo nos vimos en una situación económica lo suficientemente buena como para permitírnoslo. Esta vez, también, vemos con mi hermana todas las cosas que mi mamá guardó, y usó, de todo lo que le dimos como manualidades cuando éramos niños, aunque nunca dejamos de ser sus niños. 

Encontré un portalápices que le hizo mi hermana con una lata de jugo y palitos de paleta, que lleva una foto. Unos cuadernos que le forramos de tela roja y le dimos para que usara como diario, esos creo que los hicimos en cuarto y segundo grado. 

Encontré además las tarjetas de cumpleaños, otra tradición que creamos hace unos 10 años. Mi mamá, la niña que no pudo vivir cumpleaños porque vivió en la conformidad de la pobreza, que nunca pudo estudiar la universidad porque conoció a mi papá a sus 19 años y dejó sus estudios sin haber concluido bachillerato, que pudo terminar el bachillerato, ya sin necesitarlo, a sus 33 años, justo el año que papá murió. Ella tuvo cumpleaños, tuvo celebraciones, tuvo regalos, tuvo viajes, se enorgullecía de nosotros. Este es su primer día de la madre, lejos de nosotros. Y solo físicamente, puesto que acá, la sentimos siempre. Mi hermana y yo la sentimos, la extrañamos, y nos cuesta aún aceptar la ausencia. La sensación de vacío. 

Esta es la primera vez que al amanecer el 10 de Mayo no la voy a poder abrazar y decirle que la quiero, y ella, que no terminaba de acostumbrarse a celebrar esto aún, siempre nos decía que ela también nos quería. Nunca pude llevarla a los conciertos que venían para el día de la madre, ni a Juan Gabriel, ni a Mocedades, ni a Rocío Durcal, ni nada de eso. Entonces no podía por falta de dinero. Y cuando pude pagarlos, ya no venían o ya los artistas habían muerto. 

He tenido que aceptar tantas primeras veces.

La primera vez que me perfumé totalmente para salir, luego de bañarme, sin mi mamá diciéndome: "Qué oloroso, viejo. ¿Para donde va? 

La primera vez que ordenamos comida con mi hermana sin preguntarle, ¿Qué quisiera comer, mamá?, y sin escucharla pedir Pizza Hut no sin antes decirnos que la pidiéramos de lo que sea, que ella lo que quería eran los palitroques. Amaba esos palitroques.

La primera vez de ir al centro sin encontrarla allá porque ella se había ido antes, y yo me había ido a cortar el pelo a la misma barbería que me llevó desde niño. 

La primera vez de rasurarme sin tenerla fuera del baño diciéndome: !Qué guapo, viejo!

La primera vez de escuchar su música sin tenerla a ella intentando seguir la canción.

La primera vez de escuchar su ringtone sin que sea su teléfono. Amaba su ringtone de la Quinta Estación. 

La primera vez de ir donde la abuela a cortar aguacates sin tenerla a ella emocionada contándolos para luego feliz regalarle a sus amigas.

La primera vez de salir de bañarme a peinarme y no encontrar en el peine que uso, uno de sus colochitos. Extraño encontrar sus colochitos en todas partes. 

Y es duro. Probablemente lo más duro que he vivido, y eso que vivo en uno de los países más inseguros del mundo, donde me han apuñalado, me ha arrastrado un bus, me mordió un perro, me quebré la cabeza en un parque, me ha tocado vivir terremotos, y todas esas situaciones, las viví junto a ella. Y nunca nada me dolió tanto como no tenerla. 

Hace 2 años viajé de vacaciones a España y Francia. El día que llegué a España, di muchas vueltas, y en la noche, antes de dormir, me sentí terriblemente solo. Fue solo una triste muestra de esto que ahora se convirtió en la primera vez que fue dormirme sin escucharla darme las buenas noches, mientras se acostaba antes que mi. 

Me faltó tanto. 

Me faltó aprender a cocinar más cosas que ella experimentaba. 

Me faltó hacer tantas cosas de jardinería con ella. Ahora yo cuido su jardín, y me pone triste. 

Me faltó aprender a vivir sin ella. 

La vida es difícil, y eso siempre lo he sabido, pero con ella era más soportable, y todo parecía tener sentido. 

Hoy, seguir adelante es el sentido. 

Por primera vez, el día de la madre lo celebraré yendo a verte a donde descansan tus cenizas. 

Te amo, mamá. Siempre. 

Aun seguiré aprendiendo. Por vos, por nosotros. Haré todo lo que me faltó, lo que nos faltó, por vos, gordito. 

viernes, 16 de abril de 2021

Las últimas veces

 Uno despierta un día y cualquier cosa pasa en el mundo por última vez. Y no lo sabemos, ni nos interesa. 

Cuando somos niños nuestros padres son eternos, figuras más grandes que la vida misma, que pueden hacerlo todo, y resolverlo todo, que bien te solucionan la vida como te la explican. Cuando era niño, esa imagen se quebró para siempre con la muerte de mi padre. Yo tenía 11 años, y la situación nos sobrepasaba tanto, que mi mamá no lo explicó, solamente se quedó conmigo, abrazándome, diciéndome que íbamos a estar bien. Y lo cumplió. Durante 26 años. 

Cuando Papá murió, no pude guardar en mi memoria muchas cosas, como la última vez que lo vi despertarse e ir al baño con su gigantesca bata amarilla a rasurarse, o la última vez que me dio sus inmensas manos rosadas claras, ya con arrugas. Tampoco puedo recordar demasiado sus últimas palabras para mí, o lo último que me regaló. Quizás lo más cercano sea el último regalo de Navidad que me dio: Un futbolín de resortes que atesoré durante casi 20 años, y en el que me sentía casi invencible, jugara contra quien jugara. Perdí una sola vez. 


Hoy, en el peor Marzo de todos, del que tanto nos ha advertido la historia que nos cuidemos, partió mamá. Mamá fue la figura superior en mi casa durante 26 años. Aún luego de mis 18 años, cuando nuestra relación fue mutando a una de igualdad, de adulto a adulto, de tomas de decisiones conjuntas, de apoyo incondicional, siempre fue ella a quien recurrí. Y ahora, es enormemente difícil volver sobre mis pasos, y recordar, las últimas veces con mamá. 

Y todo es tan fresco. La última ropa que mi mamá me compró fue el estreno de año nuevo. Usé la misma ropa para su memorial, porque me pareció apropiado, porque lo sentía como algo normal, casi obligatorio, y con un evidente sentido de correspondencia. 

Cuando era niño, me encantaba usar relojes. Cuando crecí, abandoné la manía de medir el tiempo. No tenía caso. 

En Diciembre vi uno que me gustó. Mi mamá se fijó, y esa fue la última cosa que me regaló. Para Navidad. 

La última vez que vi a mamá, me dijo que tenía miedo, era una videollamada, desde el hospital. Le dije que todos teníamos miedo, pero que queríamos lo mejor para ella, y aceptó someterse a procedimientos médicos. 

La última vez que la abracé, me pidió que fuera fuerte, me recordó que habíamos superado muchísimas cosas juntos, me pidió que cuidara a mi hermana y a mi abuela, me dijo que estaría bien, pero se portó como si en el fondo supiera que no sería así. Yo lloraba intensamente y ella estaba serena, tratando de darme fuerza. 

La última vez que me pidió algo, ella ya estaba enferma, me pidió una soda de fresa que corrí a comprarle, aunque se tomara solo la mitad. 

La última vez que me pidió que le consiguiera algo en internet, le bajé canciones del Cigala, para la USB que ponía en su bocina, y le bajé el libro de Paulo Coehlo que nunca encontramos en físico, para leerlo en la tablet. Solo alcanzó a leer el 21%. 

La última foto que se tomó fue una selfie luego que le pusieran oxígeno la primera vez, justo antes que le quitaran el teléfono en el hospital. 

La última vez que mamá me dijo que me amaba, estaba acostada, un día antes de llevarla al hospital. Me acosté junto a ella, me abrazó y me dijo que se sentía mejor, que iba a estar bien y no necesitaría ir al hospital. Le dije que estaba preocupado por ella, que necesitaba mejor atención, que aceptó al día siguiente. Le dije que la quería, me abrazó y me dijo, "Te quiero, viejo".  Sería la última vez, juntos, mi hermana y yo, con mi madre, en su cuarto, en ese lugar seguro e inexpugnable, libre de malos sentimientos.

La última vez que celebramos Navidad juntos, ella quiso asar carne, pollo y cerdo, y comimos como nunca, y se sonrojó luego de 2 tequilas, mientras reíamos y reíamos, celebrando que habíamos sobrevivido 2020, juntos. 

La última vez que salió de casa, ella iba débil, y la llevaba de ambas manos. Nos detuvimos varias veces camino a la calle para tomar un uber al Hospital.  

Mamá fue siempre una mujer sonriente, fuerte, bromista y ávida de aprender cualquier cosa. Aprendio y sacó cursos de panadería, cocina, pastelería, bordado, tejido, agronomía, derechos humanos, feminismo, economía, y un largo etc. Mamá poco a poco se desligó se su educación rígida, comenzó a apoyar la libre elección de las mujeres, comenzó a entender el sexismo, y se manifestó, incluso fue a un par de marchas. 

Mamá, la bromista y sonriente, con quien tengo tantas fotos graciosas, tuvo tiempo de hacernos su última broma, en la penúltima videollamada que nos hizo. Mi hermana y yo éramos un mar de lágrimas, mientras ella nos decía: "No lloren, si yo estoy bien. Ustedes son los dramáticos". Y se rió a carcajadas. Solo intentaba que no fuera duro para nosotros. 

Mamá, siempre quise llevarte de viaje, me faltaron demasiadas cosas por hacer con vos, mi gordito, mi ser superior, mi madre, mi apoyo incondicional. Y ahora, lo único que nunca pudimos hacer, con toda tu fuerza y capacidad de resistir, fue enseñarnos a entender y superar tu ausencia. 

Hay tantas últimas veces que no entendemos ni esperamos, y estas últimas veces me han dolido tanto que siento que se me va a salir el corazón del pecho. 

Todos los días pienso, te veo y te recuerdo, en tus canciones, en tus palabras, en tus notas de voz, en tus mensajes, en tus fotos. 

Esta es la última foto que te tomé, una semana antes que te enfermaras, en una de las visitas de los sábados donde la abuela. 



Pero es así, sonriente, como siempre vas a vivir en mí, y en cada cosa que haga para honrarte y valorar el inmenso esfuerzo que hiciste para hacernos gente de bien, a mí y a mi hermana. 






Gracias, mamá. 

Estaremos bien, por vos. Pero no sabés cuanto nos está costando.