sábado, 30 de abril de 2011

Al fin lo encontré

Había pasado casi una semana dándole vueltas a mis papeles, a mis libros de Roque Dalton, a mis recuerdos, mis charlas, sin resultado alguno.
Parecía inútil. Fue inútil. Ahora, gracias a la colaboración de los amigos, pude encontrarlo.
Este es el poema que buscaba, para que alguna vez lo leyeras.

Ya ves como


Ya ves cómo de todo lo que esperabas
ayer en las tertulias de la Facultad
sólo has venido a ser el gran amor del exiliado.
Tú que ibas a irte con los príncipes
de fiesta por Europa que ibas a heredar
a tres o cuatro viejos honorables
tú la del coche envidiado y el traje de piel olorosa
pero sobre todo tú la de los ojos más bellos
en toda la extensión de la ciudad
ahora estás dormida
en los brazos del pobre solitario.
Yo veo la crucecita brillante en tu pecho
mi retrato de Marx en la pared
y creo que la vida a pesar de todo es bellísima.
(Roque Dalton)

Hay que seguir muriendo

No se puede dejar de morir.
Uno se despierta y pasa lo que tiene que pasar. Sobre todo en este país.
Uno vive y sabe que muere poco a poco, como debe ser.
Y era una semana de muerte.
Uno más que pasa.


Mientras tanto, a seguir muriendo poco a poco y dejar lo que se pueda.
Nada parece tener ni rumbo ni sentido.
Feliz viaje Ernesto Sabato.
"Creo que la esencia de la vida consiste en ser fiel a lo que uno cree su destino".

lunes, 25 de abril de 2011

Burla burlando van 6 delante *

Yo creo que comencé a morirme desde muy joven. Mi vida siempre ha estado unida a la muerte. Antes de los 15 años ya habían muerto 4 familiares. Pero aunque murieran más y más, comencé a sentir la muerte, al tercero. Cuando murió mi padre comencé a saber lo que dolía la muerte. Era profundo, como cuando te inyectan y apenas sos un niño de 4 años. Como cuando te llenan de anestesia en tu primera operación. Al principio siempre sentís, pero poco a poco el dolor se va.
Luego, me dí cuenta que había gente con la que me seguía muriendo un poco. Me pasó primero con la muerte de Sinatra en el 98. Tenía entonces quince años y me morí. Poco a poco murieron más de los magos que van dándole un poco de sentido a la vida. A veces se me olvidaban por meses hasta que aparecían muertos, inoportunamente, como mueren los genios. Siguió Kubrick y no pude evitar sentir que algo más se iba quedando. Pasó un año, y en el 2000 murió Menéndez Leal, y jamás pude dejar de sonreir con sus ironías en las entrevistas y las maravillas de sus cuentos. De alguna manera estaban siempre allí, pero como las viejas fotos que con el tiempo se ponen amarillas o como los poemas que sólo quedan vagamente la memoria.
El cuarto fue don Mario Benedetti. Fue hace un par de años. Y así sucesivamente me doy cuenta como me voy muriendo en secciones de mi alma. Como primero en el 98 se me murió algo que parecía eterno.
Sinatra, Kubrick, Menéndez Leal, Benedetti, el penúltimo Saramago, y ahora, a las 4 de la mañana de acá, cuando no lograba dormir y en mis redes sociales escribía cosas que ineludiblemente hablaban de la muerte, de mi muerte, murió don Gonzalo Rojas, entre el rumor de la vida cotidiana y el eterno olor de sus poemas.
Ahora solo sé que tengo que escribir. No sé para que. Ni sé qué decir. Solo sé que tenía que escribir esto. Porque a veces uno puede querer llorar y hasta hacerlo, por alguien que jamás conoció, pero con quien muere un poco nuestra alma. Por eso es que no puedo llorar, porque la lágrima se me ha quedado atrapada al borde del ojo, como si quisiera quedarse para siempre, como presagiando que el llanto de ese tipo es interminable.
Voy a seguir escribiendo, como siempre, pero por sexta vez menos vivo.

"Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra
de ir y venir entre ellas por las calles, de no poder amar
trescientas a la vez, porque estoy condenado siempre a una,
a esa una, a esa única que me diste en el viejo paraíso."

martes, 19 de abril de 2011

Personaje

Darse cuenta que uno es un personaje no es algo sencillo. Falta un poco de valor, de ese que le han agregado entre líneas.
Al principio, todo era normal. Yo podía ir de un lado a otro, como la vida prediseñada para todos. Comía lo que tenía que comer, caminaba como debía caminar, era como debía ser. La conciencia de plenitud necesaria para vivir, era lo único que siempre me faltó. Sabía que algo andaba mal.
Sabía que cada instante de realidad lo podía ver como un espejo que se cubría de sombras. Como un día de ventanas veladas hasta el infinito. Nunca entendía como era que nunca podía recordar mis sueños, como a veces llegaba a un lugar sin saber para que, estaba sin estar y vivía sin vivir. Comencé a notar que los demás eran iguales a mí.  Distintos a mí. Y no tenía sentido.
Repentinamente cantaba algo o me ponía a escribir algo. Mi signo era cuestionar. Cuestioné mi nombre, mis gustos, mis pensamientos.
Tuve amigos. Tuve una familia.
Nunca comprendí a quien se le ocurrió crearme. No era nada valioso que alguien de la nada decidiera lo que sucedería en mi vida. Pensé en la primera vez que recordé algo. Pensé en la primera vez que pensé algo. Pensé en pensar lo que había pensado antes. Pensé en lo que debería pensar. Nada tenía sentido.
Pensé que podría ser cualquiera, mis amigos, mi familia, la gente que encontraba en el camino. Me dijeron que era un problema psicológico, pero no quise creerlo. No era posible. No tengo Síndrome de Cotard. Era nada más que nunca le encontré sentido a todo lo que sucedía. Me sentí atrapado. 
Comencé a coleccionar calendarios, busqué historias, leí periódicos, pregunté a sabios, me llené de todo lo que me hizo comprobar que no era más que un personaje.
Pensé que la solución era encerrarme a preguntarme lo que sucedía.
Me llené de valor y me vi al espejo. Esperaba una respuesta.
Salí de casa y busqué. ¿Ya les dije que mi signo es buscar?
Repentinamente pensé que nada podía ser la idea que estaba en mi mente. No puede ser que alguien haya premarcado toda una vida, todas unas vidas, decidiendo donde nacería, comería, viviría, estudiaría, amaría y eventualmente moriría. Era imposible. Una puta barbaridad.
Pensé que si eso de verdad sucediera, lo peor que podría pasar sería salir del destino premarcado. Pero no había forma de saberlo, no la había. Me senté y lloré. Era una fatalidad innecesaria. Era una burla. Una broma infinita como el mundo. Un juego del que era parte desde el inicio sin que pudiera renegarlo. Incluso saberlo, darme cuenta, era parte del juego, de la vida, del cuento. 
Y no podía ser. No me da la gana que sea así. No me da la gana. Si es así, que el muy hijueputa que se le ocurrió crear todo lo que me está pasando, que venga y se decida a borrarlo. Porque no haré más. No me importa. No importa si su cuento dice que me pasan más cosas. Esta vez no. Esta vez nada más iré a encerrarme a mi casa y nunca salir. No puede seguir un cuento así. No puede ser más cabrón. 
Me encerré y dejé de pensar. Nada más importa. Cuando quiera darse cuenta que no seguiré la línea, deberá venir y hacer lo que tenga que hacer con mi personaje. Quizás lo mejor sea borrarlo, borrarme, elimi...

domingo, 17 de abril de 2011

Apuntes para una novela que jamás escribiré

Entonces la vi. Era ella aunque no podía ser ella. No podía ser ella la que se paraba frente a mí, con su pequeña estatura y su piel blanca.
Llevaba la misma dirección que yo. Y no era ella, pero cuando pasó, me vio a los ojos y sonrió.
Ella caminaba con su camisa color naranja. Quizás tendría 17 años, pero se parecía a ella. Era ella, sin ser ella.
Le hablé: "Yo sé que esto es sumamente raro, pero a mí me gusta leer mucho y escribir a veces, y siempre he pensado que hay demasiada determinación en lo que nos pasará en la vida, y por eso me gusta hacer cosas que se salen del guión. Estaba pensando si me dejarías besarte. "
Ella se detuvo en una especie de shock, me dijo que se llamaba Sofía, sonrió, se acercó. La besé durante un eterno minuto. Nos separamos y le di las gracias. Ella quedó en silencio. Caminé un par de pasos y ella preguntó si quería su número. Le dije que no, que era mejor así.
Era ella. Todas son ella. Todas iban a seguir siendo ella.
Nunca necesitás un pretexto para un beso.

(He ahí porque no la escribo.)

viernes, 15 de abril de 2011

Matchpoint

"The man who said "I'd rather be lucky than good" saw deeply into life. People are afraid to face how great a part of life is dependent on luck. It's scary to think so much is out of one's control. There are moments in a match when the ball hits the top of the net, and for a split second, it can either go forward or fall back. With a little luck, it goes forward, and you win. Or maybe it doesn't, and you lose." ( Matchpoint)

Para mí, la suerte siempre ha sido de esas supercherías de las que huyo de creer. Fantasías, ilusiones, misticismos, todo eso tan interesante de leer y escribir, pero que simple y sencillamente, no existe. Por eso, las razones por las cuales me bajé de ese microbús con mis posesiones intactas, se las debo más a las probabilidades, algún tipo de azar cuántico, o cosas así, que a la suerte.Fuera de paranoia.

A las 11 de la mañana me subí al microbús, y lo primero que vi mientras en el Ipod sonaba "One headlight" de los Wallflowers, fue un tipo con una perfecta cara de asaltante ( no me pregunte cual es esa, la mitad de los salvadoreños simplemente tenemos esa cara.), con la mano tatuada, y que al ver mis audífonos le hace señales al tipo del primer asiento. 
Podía bajar del microbús pero perdería tiempo de viaje. Pensé que lo mejor era buscar el mejor asiento para evitar ser asaltado.
Me senté en el lugar que todos rechazan para sentarse; en la fila izquierda, justo sobre la llanta trasera, junto a una señora gorda que parecía más preocupada que yo.
Seguí observando como el tipo volteaba hacia atrá. Guardé mis audífonos y apagué el Ipod. Llegamos a Metrocentro y el microbús casi quedó vacío. El tipo caminó hacia atrás y se sentó justo adelante de mí.  Volvió a ver un par de veces y a la tercera, preguntó si alguno de nosotros le podía dar la hora. Todos dijeron lo mismo, que no llevaban reloj. Yo guardé silencio.
Subió otro tipo que parecía conocer al de la mano tatuada, ante lo cual, el otro le cedió el asiento y, al llenarse el microbús, se paró junto a la fila derecha de asientos, la de los individuales. Conversaba con un tipo de camisa roja, pero no dejaba de observarme. Entonces, como resultado de alguna ecuación cósmica, se subió un tipo de esos a los que normalmente no le hablaría, justo en el instante en que la señora que iba junto a mí, se levantaba. Hipócritamente lo saludé y lo invité a sentarse en el asiento recien vacante. Conversábamos alguna trivialidad.Unos minutos después, el tipo de la mano tatuada se bajó con la mano derecha apuñada.  Apenas bajó, todos comenzaron a conversar sobre la facilidad con la que habían asaltado al de la camisa roja. Le habían quitado una cadena y dinero.
Sigo sin creer en la suerte. Pero...

* Si hubiese tardado 5 minutos menos, habría ido en otro microbús y nada de esto se habría escrito.
* De haber llevado el Ipod apagado, no hubiese sido objetivo del asaltante.
* Si me hubiese sentado en la fila de asientos individuales como suelo hacer siempre, definitivamente hubiera estado en el sitio del señor de la camisa roja.
* Si alguien hubiese sacado su celular, varios de los que ibamos ahí hubieramos sido asaltados en un santiamén.
* Si el tipo, al que no le hablo normalmente,se hubiese ido en otro microbús, el de la mano tatuada se habría podido sentar junto a mí y asaltarme. Claro, como soy enojado, probablemente ya no lo estaría escribiendo.

jueves, 7 de abril de 2011

Le puede pasar a cualquiera

 

 
"Tengo diecisiete años, me llamo Juan García Madero, estoy en el primer semestre de la carrera de Derecho. Yo no quería estudiar Derecho sino Letras, pero mi tío insistió y al final acabé transigiendo. Soy huérfano. Seré abogado. Eso le dije a mi tío y a mi tía y luego me encerré en mi habitación y lloré toda la noche. O al menos una buena parte. Después, con aparente resignación, entré en la gloriosa Facultad de Derecho..."

 "Los Detectives salvajes"  Roberto Bolaño. 

lunes, 4 de abril de 2011

4-4-4

4 de abril.
4 años de blog.






Gracias por leer.

domingo, 3 de abril de 2011

Metáforas.

"Tomás no se daba cuenta en aquella ocasión de que las metáforas son peligrosas. Con las metáforas no se juega. El amor puede surgir de una sola metáfora."
                                                                                  (La Insoportable levedad del ser - Milán Kundera.)

Paradoja Nº 5

Mi vida pasada fue la última que resucité.