martes, 19 de abril de 2011

Personaje

Darse cuenta que uno es un personaje no es algo sencillo. Falta un poco de valor, de ese que le han agregado entre líneas.
Al principio, todo era normal. Yo podía ir de un lado a otro, como la vida prediseñada para todos. Comía lo que tenía que comer, caminaba como debía caminar, era como debía ser. La conciencia de plenitud necesaria para vivir, era lo único que siempre me faltó. Sabía que algo andaba mal.
Sabía que cada instante de realidad lo podía ver como un espejo que se cubría de sombras. Como un día de ventanas veladas hasta el infinito. Nunca entendía como era que nunca podía recordar mis sueños, como a veces llegaba a un lugar sin saber para que, estaba sin estar y vivía sin vivir. Comencé a notar que los demás eran iguales a mí.  Distintos a mí. Y no tenía sentido.
Repentinamente cantaba algo o me ponía a escribir algo. Mi signo era cuestionar. Cuestioné mi nombre, mis gustos, mis pensamientos.
Tuve amigos. Tuve una familia.
Nunca comprendí a quien se le ocurrió crearme. No era nada valioso que alguien de la nada decidiera lo que sucedería en mi vida. Pensé en la primera vez que recordé algo. Pensé en la primera vez que pensé algo. Pensé en pensar lo que había pensado antes. Pensé en lo que debería pensar. Nada tenía sentido.
Pensé que podría ser cualquiera, mis amigos, mi familia, la gente que encontraba en el camino. Me dijeron que era un problema psicológico, pero no quise creerlo. No era posible. No tengo Síndrome de Cotard. Era nada más que nunca le encontré sentido a todo lo que sucedía. Me sentí atrapado. 
Comencé a coleccionar calendarios, busqué historias, leí periódicos, pregunté a sabios, me llené de todo lo que me hizo comprobar que no era más que un personaje.
Pensé que la solución era encerrarme a preguntarme lo que sucedía.
Me llené de valor y me vi al espejo. Esperaba una respuesta.
Salí de casa y busqué. ¿Ya les dije que mi signo es buscar?
Repentinamente pensé que nada podía ser la idea que estaba en mi mente. No puede ser que alguien haya premarcado toda una vida, todas unas vidas, decidiendo donde nacería, comería, viviría, estudiaría, amaría y eventualmente moriría. Era imposible. Una puta barbaridad.
Pensé que si eso de verdad sucediera, lo peor que podría pasar sería salir del destino premarcado. Pero no había forma de saberlo, no la había. Me senté y lloré. Era una fatalidad innecesaria. Era una burla. Una broma infinita como el mundo. Un juego del que era parte desde el inicio sin que pudiera renegarlo. Incluso saberlo, darme cuenta, era parte del juego, de la vida, del cuento. 
Y no podía ser. No me da la gana que sea así. No me da la gana. Si es así, que el muy hijueputa que se le ocurrió crear todo lo que me está pasando, que venga y se decida a borrarlo. Porque no haré más. No me importa. No importa si su cuento dice que me pasan más cosas. Esta vez no. Esta vez nada más iré a encerrarme a mi casa y nunca salir. No puede seguir un cuento así. No puede ser más cabrón. 
Me encerré y dejé de pensar. Nada más importa. Cuando quiera darse cuenta que no seguiré la línea, deberá venir y hacer lo que tenga que hacer con mi personaje. Quizás lo mejor sea borrarlo, borrarme, elimi...

1 Manchas en la pared:

Mario Mayora dijo...

Ajá y todos somos parte de la puesta en escena, pero a nosotros sí nos pagan.
Justo este post no solo es obra tuya, y este comentario me lo dictaron.