miércoles, 28 de noviembre de 2012

Lo importante

Imagínese que el volcán de San Salvador está por hacer erupción y usted tiene que salir huyendo de su casa porque, por esas bonitas jugadas de la vida a las que debería estar acostumbrado por ser salvadoreño, usted vive en las faldas del bendito monstruo que vigila su ciudad.
Imagine ahora que en cadena nacional, el señor presidente llama a evacuación inminente y ordenada (imposible dada la naturaleza salvadoreña), y no hay más remedio que escapar de la casa, para lo cual se da media hora máximo.
Esas cosas suceden. Y quizás deberían suceder más seguido. 
En ese momento te ves rodeado de todas las cosas que pueden o no tener sentido en tu vida. Y debés escapar. Y debés decidir qué te llevarás. Porque no hay tiempo. Debés escapar.
Podés sacar un pequeño maletín y llevar muy pocas cosas con vos.
¿Qué te vas a llevar?

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Hace 11 años, ese recordadísimo 13 de enero de 2001, mi familia se desesperó y entró en pánico en la noche por las constantes réplicas que, en retrospectiva habría sido maravilloso que acabaran con todo lo que luego se volvería este país, por la noche se sentían cada vez peor. 
Recuerdo que por la noche, todas las familias vecinas tomaron la decisión de dormir en semi acampada en el parque de la colonia. Y mi mamá dijo que debíamos tomar lo que consideráramos de valor y llevarlo en una pequeña mochila con nosotros esa noche que dormiríamos fuera.
Yo me llevé mis documentos, mis lentes, un radio, dos libros, y puros recuerdos que al final no me habrían servido de nada. Recuerdos que se podían vender, recuerdos que se podían vivir. Y todo lo que sigo conservando. Recuerdos. 

¿Usted qué se llevará?

jueves, 15 de noviembre de 2012

Autopintarse es una metáfora

Uno ve una película con la esperanza de que sea una historia sencilla a la que se le debe admirar la técnica y la música. Pocas cosas más.

 Y uno se equivoca. 
Le Tableau es una fantástica e inteligente película animada. Maravillosa. PODEROSA.
Uno la quiere ver de cualquier forma menos de la real. Una propuesta filosófica tremenda. 

 Tres momentos son imperdibles.

1) Los personajes de la pintura, que creen ser los únicos, se han dividido en tres tipos: Los Tout pin, terminados por el pintor, los Pas fini, aún sin terminar, y los Reuf, los bocetos sin siquiera color. Han dividido socialmente toda la vida dentro del cuadro de modo que los Tout pin esclavizan a los Reuf y no dejan a los Pas fini usar la comodidad del castillo, porque, como ellos lo han dicho: "El pintor nos ha abandonado. Debemos tomar el control." Y los Pas fini siguen en la esperanza de que llegue el pintor de nuevo. Hasta que un día se dan cuenta que no volverá y ellos deben tomar su destino en sus manos. 



2) Luego de pasear entre los cuadros, logran robar el suficiente color de las demás pinturas, y acaban con las diferencias coloreando a todos, Tout pins, Pas finis y Reufs. Es una auténtica revolución del color. 
3) Al final, Lola, personaje secundario extraído del cuadro principal en que se refiere la historia, sale de la pintura y llega a encontrarse con el pintor. Con el pintor real de carne y hueso. Este la reconoce y le pregunta porqué ha salido. Ella solo lo quería conocer. Ella se va porque quiere ver el mar. El pintor pregunta: ¿Por qué saliste? ¿Qué quieres? Lola responde: "Nada. Solo quiero saber quién te pintó."  MARAVILLOSA alegoría.
Aparte de las múltiples referencias a Modigliani, Picasso, y la bella referencia a Chagall, el mensaje de la película es una absoluta belleza.
Ya no quiero esperar al pintor. Quiero terminar de pintarme por mi cuenta.


domingo, 11 de noviembre de 2012

Extratemporal

Ella es un ser fuera del tiempo.
Ella no se parece a nadie que conozca.
Ella es vida. Es sangre, tierra, soledad, sonrisa, lágrimas y recuerdos.
Ella es poesía viva.
A veces es el silencio cuando tiene las palabras atragantadas, en el momento de decir lo que le duele o le que quisiera.
Siempre ha pensado que la vida está regida por la voluntad de dios. Aunque es humana como todos, y a veces se indigna con los que no piensan en dios. Se contradice. Quizás por eso lo hago también.
Ella no pertenece a este tiempo. 
Ella se bañó en ríos, atravesó campos para llevar comida, trabajó desde niña, estudió hasta tercer grado, y ha sido feliz a pausas. 
Mis primeros recuerdos la tienen en sitio preferente. Llevándome a la cama enorme, cuando me encontraba casi dormido en la sala, jugando con unos carritos y un cronómetro. También la recuerdo llevando la mochila gigante de las tortugas ninja que usé en segundo grado. Y viendo las películas de Pedro Infante, cantando las canciones que aún ahora me puedo de memoria. Escuchando religiósamente el programa de las 8 pm en ese radio que me compraron para tratar de ayudarme a dormir más fácil, porque siempre fui difícil para eso. 
 
Con ella aprendí a cantar, a reír, a vivir un poco mejor de la tristeza que siempre tuve de niño.
Quizás ella nunca se dé cuenta de todo lo que me ayudó. Especialmente porque hace meses que no tenemos una conversación completa, solos. Y sé que es mi culpa. Es mi culpa porque cada vez que tengo tiempo no la he buscado, porque cuando ha estado conmigo no he encontrado la forma de volver a esas charlas, porque no la quiero lastimar cuando me dice que ora por mí a diario y por dentro siento ese inmenso desperdicio de su corazón porque en primer lugar, no valgo esas oraciones, y en segundo, no creo en dios. 
Ella jamás leyó el realismo mágico. Ella vivió en tiempos mágicos. 
Ella me contó cuando tenía unos 8 años, que su abuelo le contó que tuvo un sueño que lo dejó con una profunda tristeza. Le contó que veía el mundo enmarañado por hilos. Un mundo en el que la gente rogaba porque le pusieran esos hilos, y dejaba de ver el cielo. Y me lo contaba con tristeza. Para ella la tecnología solo alejó a la gente.
Ella ha vivido en varias casas y siempre se ha sentido una refugiada. Pero siempre he admirado su independencia. Cuando murió mi abuelo, sufrió en silencio. Unos años después decidió irse a vivir sola. 
Tuvo muchos trabajos. Incluso si ahora le dicen que vaya a estarse un par de horas a la casa de una vecina, solo para cuidarla, acepta. Ella sigue creyendo en la alegría hasta el día de hoy.
Ella tuvo 14 hermanos. Vivió en ese tiempo en el que el futuro era un tiempo inexistente. La mayoría de sus hermanos murieron en la niñez. Sus mascotas siempre tenían nombres graciosos que a cualquiera le parecían ridículos. Tuvo una perrita a la que nombró "Gaviota", y un gallo al que llamaban "Camión". 
Cuando era niña sufrió lo que sufría un niño en 1940. Caminaba kilómetros para llevar agua a la casa. Jamás olvidaré cuando me contó el día que escapó de la casa de sus padres. Tenía entonces 14 años y encontró su libertad de una forma mágica y dolorosa. Porque así son las cosas que valen la pena.
Mi abuela no cree en la suerte. Cree en el trabajo, en la sonrisa, en dios. 
Odia las fotografías. Quizás también eso heredé de ella. 
De ella aprendí a tener cuidado con mis palabras, a no desistir, a querer la libertad, a trabajar siempre por lo que quiero. Pero sobre todo, a ser feliz.
 Hoy, con 79 años en sus espaldas, no es la misma que me contaba las historias. No es la misma que trabajó cocinándole a unos amigos de Salarrué. Ya es una viejita cansada. Y quizás jamás llegue ni a la mitad de lo que ella ha vivido. Pero jamás se me olvidará todo lo que aprendí.
Felicidades, Mamá Nena.

martes, 6 de noviembre de 2012

Fractal rotativo

Subir al bus y ver a la gente mirar por la ventana hacia el lugar en el que hace 3 años te asaltaron y te quitaron aquel libro que habías tardado tantos años en conseguir y que habías tomado prestado de la biblioteca de la universidad, en una de esas tardes frías en las que solo pensabas en encontrarla y decirle que la vez que te tomaste ese jugo con ella y vieron el cielo a mediodía te hizo sentir tan completo como cuando fuiste niño y te regalaron un pequeño libro que aprendiste a leer un año después porque esas cosas no son sencillas, y sobre todo cuando no sos el hijo que está en primer grado, sino el que sigue, el que está en kinder y apenas le dejan jugar con plastilina, de esa que sale de los colores más insospechados, sobre todo cuando los mezclás y dan esa sensación de tener tu propio barbapapás, de aquellos que salían en Canal 10 junto a toda esa tanda de programas que incluían el de la brujita que iba a clases y pasaba mil penurias para cuidar a su dragoncito, y que años después encontrarías inexplicablemente parecida a la amiga que vive en Berlín a miles de kilómetros, o a 8 horas de diferencia, si las distanciamos como en Casablanca, ¿te acordás? Cuando Rick se pregunta, viviendo en Casablanca, la hora que es en Nueva York, solo para recordar algún momento de felicidad de los que pasó con Ilsa,  en ese papel que ahora ya no le creés a Ingrid Bergman, aunque se vea tan hermosa como siempre, sin nada que envidiarle a la encantadora Audrey Hepburn, aunque, ya se sabe, nadie como ella, porque "amamos tanto a Audrey", de forma parecida escalofriántemente a la historia de Julio Cortázar en que un grupo de gente se reune para ver una y otra vez las películas de Glenda Jackson, "Queremos tanto a Glenda", el libro que salió antes de "Deshoras", cuando ya Julio estaba muy enfermo de algo que después han especulado muchos biógrafos que tenía que ver con problemas de hemofilia, esa enfermedad que te impide la correcta coagulación de la sangre, lo cual sería el sueño de Drácula para tener almacenada por más tiempo la sangre que necesitara para saciar sus necesidades intrínsecas de vampiro, que claro, nada tienen  que ver con las necesidades que muestran los vampiros de las películas actuales, porque, ya ni creatividad tienen los guionistas actuales y les da por repetir las historias ya contadas y agregar detalles que no hacen más que ridiculizarla, aunque quizás lo que busquen sea volverlas absurdas, pero no se puede ser un Ionescu de la noche a la mañana y menos si te ponés a escribir historias ridículo-románticas, como si estuvieras poseído por algún demonio de mal gusto, aunque para eso primero deberías creer en ese tipo de entes, que por demás te parecen increíbles porque la ciencia no te ha mostrado pruebas, y vos sos como Tomás y necesitás ver para creer, y le metés los dedos en las heridas a los inventos de la gente hasta que comprobás que no hay sangre ahí, que la realidad es más fácil de comprender, más fácil de ver, si se limita a enfrentarla y no a escapar inventando ideas para justificar lo injustificable, como si fuera un delito que se puede no solo atenuar, y eso que la ley es clara y manda a castigar cuando se comete un delito, no importa quien seás, ni cuanto dinero tenés, aunque claro, siempre hay alguien que se logra escapar de la justicia, porque como decían en aquella serie que pasaba Canal 4: "La justicia es ciega, aunque ve en la oscuridad", lo que es como una paradoja, tipo aquella paradoja que dice que siempre que recorrés la mitad de un camino para llegar al final, te hará falta la mitad de esa mitad y así por siempre. Una metáfora asombrosa, y por cierto, salida de una serie de tv lo hace más surreal, sobre todo de aquellos tiempos en que Canal 4 era un mejor canal y no pasaba 8 horas de telenovelas, y pasaba aquel famoso jingle para decir que eran el canal deportivo del país: "Canal 4 es más que un logo pintado..." y esas cosas. Hasta te podías aprender el jingle. Era tan famoso como el anuncio navideño de la Nueva Milagrosa, aquel almacén que solía existir en el centro de la ciudad, en el que en una navidad te compraron aquellas copias chinas de los juguetes basados en la serie japonesa de TV que pasaba Canal 2 todas las tardes, y que constituían un gran aliciente a la hora de terminar pronto las tareas, aunque eso sucedía en los últimos compases del año. Hablando de compases, es como cuando aprendiste a tocar el piano a los 9 años, maravilloso momento en que te diste cuenta de las diferencias de compases, tiempos, etc. Y la gente suele decir que las cosas que se aprenden no se olvidan nunca. Hasta tienen un dicho famoso: "Es como andar en bicicleta, una cosa que no se olvida." La suerte es que vos nunca aprendiste a  andar en bicicleta, o al menos no de la forma correcta. Porque te interesaba más ver la serie de las aventuras del joven Indiana Jones, y aquel capítulo en que aprendiste como es que se sentía el amor, cuando Henry Jones pasaba sobre todos los protocolos para declararle a una pequeña aristócrata de nombre Sofía, que la amaba aunque nunca la volvería a ver. Son historias que se te quedan sin motivo alguno. La verdad es que no se necesitan motivos para las cosas que tienen que irse pegando a la conciencia. Pero es tarde y apenas te das cuenta que ya llegaste y hay que bajarse y luego recordamos más.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Revisitar

Hace unos años escribí sobre mis muertos. Ahora, luego de pasar otra mañana de 2 de noviembre visitando los cementerios que se me han hecho costumbre, pasar la ruta de las tumbas famosas, hacer ideas de lo que me depara en el futuro, pensar que será mejor que me cremen y no gastemos en pago de cementerio para que no me pongan en mi cruz una notificación de la alcaldía para que me presente a pagar mi deuda con 3 opciones de solución, pago completo, pago en cuotas y dación en pago. 
Y es que en la muerte ya no hay muros, ni espejismos ni imágenes, ni intentos, ni fracasos. Somos todos iguales. Claro, por otro lado, la muerte no se decide.
Esta vez me dediqué a crearle historia a cada muerto. Pensaba en las familias que habían dejado atrás. Pensé, también, en las personas que fueron enterradas y jamás las fueron a visitar. Es como cuando tirás algo que ya no sirve y no tiene porqué seguirte importando. Muy parecido a aquellas noticias en el extranjero sobre gente que muere y es descubierta meses después. 
Quizás me resulta difícil pensar en eso. Me duele pensar en un vacío más allá del que ya tuvimos. 
El próximo año, si alcanzo a estar con vida, mi objetivo será encontrar un homónimo. 
¿Hay un Raúl Marín enterrado por ahí? Aparte de mi papá que yace en Jardines del Recuerdo. Paradójicamente olvidado.

Y luego la tumba, el vacío, la tierra, la marca, el olvido. Todo eterno.