Uno despierta un día y cualquier cosa pasa en el mundo por última vez. Y no lo sabemos, ni nos interesa.
Cuando somos niños nuestros padres son eternos, figuras más grandes que la vida misma, que pueden hacerlo todo, y resolverlo todo, que bien te solucionan la vida como te la explican. Cuando era niño, esa imagen se quebró para siempre con la muerte de mi padre. Yo tenía 11 años, y la situación nos sobrepasaba tanto, que mi mamá no lo explicó, solamente se quedó conmigo, abrazándome, diciéndome que íbamos a estar bien. Y lo cumplió. Durante 26 años.
Cuando Papá murió, no pude guardar en mi memoria muchas cosas, como la última vez que lo vi despertarse e ir al baño con su gigantesca bata amarilla a rasurarse, o la última vez que me dio sus inmensas manos rosadas claras, ya con arrugas. Tampoco puedo recordar demasiado sus últimas palabras para mí, o lo último que me regaló. Quizás lo más cercano sea el último regalo de Navidad que me dio: Un futbolín de resortes que atesoré durante casi 20 años, y en el que me sentía casi invencible, jugara contra quien jugara. Perdí una sola vez.
Hoy, en el peor Marzo de todos, del que tanto nos ha advertido la historia que nos cuidemos, partió mamá. Mamá fue la figura superior en mi casa durante 26 años. Aún luego de mis 18 años, cuando nuestra relación fue mutando a una de igualdad, de adulto a adulto, de tomas de decisiones conjuntas, de apoyo incondicional, siempre fue ella a quien recurrí. Y ahora, es enormemente difícil volver sobre mis pasos, y recordar, las últimas veces con mamá.
Y todo es tan fresco. La última ropa que mi mamá me compró fue el estreno de año nuevo. Usé la misma ropa para su memorial, porque me pareció apropiado, porque lo sentía como algo normal, casi obligatorio, y con un evidente sentido de correspondencia.
Cuando era niño, me encantaba usar relojes. Cuando crecí, abandoné la manía de medir el tiempo. No tenía caso.
En Diciembre vi uno que me gustó. Mi mamá se fijó, y esa fue la última cosa que me regaló. Para Navidad.
La última vez que vi a mamá, me dijo que tenía miedo, era una videollamada, desde el hospital. Le dije que todos teníamos miedo, pero que queríamos lo mejor para ella, y aceptó someterse a procedimientos médicos.
La última vez que la abracé, me pidió que fuera fuerte, me recordó que habíamos superado muchísimas cosas juntos, me pidió que cuidara a mi hermana y a mi abuela, me dijo que estaría bien, pero se portó como si en el fondo supiera que no sería así. Yo lloraba intensamente y ella estaba serena, tratando de darme fuerza.
La última vez que me pidió algo, ella ya estaba enferma, me pidió una soda de fresa que corrí a comprarle, aunque se tomara solo la mitad.
La última vez que me pidió que le consiguiera algo en internet, le bajé canciones del Cigala, para la USB que ponía en su bocina, y le bajé el libro de Paulo Coehlo que nunca encontramos en físico, para leerlo en la tablet. Solo alcanzó a leer el 21%.
La última foto que se tomó fue una selfie luego que le pusieran oxígeno la primera vez, justo antes que le quitaran el teléfono en el hospital.
La última vez que mamá me dijo que me amaba, estaba acostada, un día antes de llevarla al hospital. Me acosté junto a ella, me abrazó y me dijo que se sentía mejor, que iba a estar bien y no necesitaría ir al hospital. Le dije que estaba preocupado por ella, que necesitaba mejor atención, que aceptó al día siguiente. Le dije que la quería, me abrazó y me dijo, "Te quiero, viejo". Sería la última vez, juntos, mi hermana y yo, con mi madre, en su cuarto, en ese lugar seguro e inexpugnable, libre de malos sentimientos.
La última vez que celebramos Navidad juntos, ella quiso asar carne, pollo y cerdo, y comimos como nunca, y se sonrojó luego de 2 tequilas, mientras reíamos y reíamos, celebrando que habíamos sobrevivido 2020, juntos.
La última vez que salió de casa, ella iba débil, y la llevaba de ambas manos. Nos detuvimos varias veces camino a la calle para tomar un uber al Hospital.
Mamá fue siempre una mujer sonriente, fuerte, bromista y ávida de aprender cualquier cosa. Aprendio y sacó cursos de panadería, cocina, pastelería, bordado, tejido, agronomía, derechos humanos, feminismo, economía, y un largo etc. Mamá poco a poco se desligó se su educación rígida, comenzó a apoyar la libre elección de las mujeres, comenzó a entender el sexismo, y se manifestó, incluso fue a un par de marchas.
Mamá, la bromista y sonriente, con quien tengo tantas fotos graciosas, tuvo tiempo de hacernos su última broma, en la penúltima videollamada que nos hizo. Mi hermana y yo éramos un mar de lágrimas, mientras ella nos decía: "No lloren, si yo estoy bien. Ustedes son los dramáticos". Y se rió a carcajadas. Solo intentaba que no fuera duro para nosotros.
Mamá, siempre quise llevarte de viaje, me faltaron demasiadas cosas por hacer con vos, mi gordito, mi ser superior, mi madre, mi apoyo incondicional. Y ahora, lo único que nunca pudimos hacer, con toda tu fuerza y capacidad de resistir, fue enseñarnos a entender y superar tu ausencia.
Hay tantas últimas veces que no entendemos ni esperamos, y estas últimas veces me han dolido tanto que siento que se me va a salir el corazón del pecho.
Todos los días pienso, te veo y te recuerdo, en tus canciones, en tus palabras, en tus notas de voz, en tus mensajes, en tus fotos.
Esta es la última foto que te tomé, una semana antes que te enfermaras, en una de las visitas de los sábados donde la abuela.
Pero es así, sonriente, como siempre vas a vivir en mí, y en cada cosa que haga para honrarte y valorar el inmenso esfuerzo que hiciste para hacernos gente de bien, a mí y a mi hermana.
Gracias, mamá.
Estaremos bien, por vos. Pero no sabés cuanto nos está costando.