jueves, 24 de abril de 2014

Coincidencias

Hace alrededor de 4 años tuve una de esas experiencias que pueden quedar para siempre en el campo de la anécdota. 
Un día sin motivo recibí un comentario en una entrada de este blog, que decía:
"Te encontré mientras investigaba sobre Raúl Marín, un maestro pintor nicaraguense.Me ha gustado mucho tu blog. Ojalá estemos en contacto".

Decidí corresponder con un comentario en su blog y me pareció interesante la historia del homónimo. Iba incluso a escribir un relatito sobre algo así. Como todo en la vida, la felicidad, la paciencia, el optimismo y la misma vida, lo fui aplazando.Así, un par de meses después cuando la noticia se esparció sobre la trágica muerte del poeta Francisco Ruiz Udiel, recuerdo lo extraña y efímera que es la vida, y como se puede coincidir a veces sin sentido, a veces por algo tan simple como un nombre, como la palabra esa que han usado para que te reconozcás a vos mismo.

Pero queda la poesía:


CADA CUATRO AÑOS NACE UNA POETA SUICIDA

A Sexton, Plath y Pizarnik
Nacidas en 1928, 1932 y 1936

Cada cuatro años la muerte
abre la llave del gas de una cocina,
se fuma un cigarrillo en el sofá y espera.


Otras veces enciende el motor de un automóvil
dentro del garaje
y canta Chair in the Sky,
un poco de jazz no despertará
a las muñecas recién maquilladas, piensa.

Cada cuatro años la muerte toma
anfetaminas para adelgazar,
pero se le pasa un poco la mano
y ya no despierta.

No se pone triste, ni alegre, ni neurótica, no,
pero cada cuatro años
la muerte amanece lúgubre
y observa la tarde roja
desde una ventana.
Alguien trata de invocarme, dice,
y cierra amargamente los ojos.

A mí me da pesar, no sé,
es como si ella quisiera decirnos
o contarnos algo desde su delgado rostro blanco,
como si estuviera cansada de estrangular mujeres.
Yo la conozco muy poco,
pero me consta aborrece
su funéreo oficio.
Últimamente la han visto respirar
cierto aire suicida.

Cada cuatro años a la muerte
se le irritan los ojos,
sabemos que ha llorado, lo sabemos,
pero callamos,
sabemos también que busca algún vientre
y como ella no tiene el privilegio
de la carne materna
aferra entonces sus fríos y delgados dedos
en el primer ombligo que encuentra.

Por eso cada cuatro años algunas niñas
ya vienen muertas.




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