"Popularity is the slutty little cousin of prestige".
En las últimas elecciones presidenciales me di a la tarea de intentar convencer, con mínimo éxito, a mis amigos y conocidos de que no teníamos opciones confiables y lo mejor sería anular nuestros votos. Esta vez, para ser que sigue sin haber opción.
Nos enfrentamos, una vez más, a elecciones polarizadas, jugando entre extremos beligerantes que a veces parece que lo único que soltaron después de la guerra fueron las armas. En lo personal, me preocupa muchísimo que la falacia de la renovación esté cobrando tantos adeptos en los ya consabidos fanáticos de los partidos mayoritarios. Porque así es este país, contamos con un enorme ejército de votantes con la viñeta de "no soy voto duro", que se desprende cada vez que hay elecciones. Unos se empeñan en defender hasta la saciedad los proyectos del partido oficial, y con el mismo ahinco negar una y otra vez, así como justificar, los cuestionables actos de funcionarios del mismo partido oficial. Otros, buscan atacar todo lo que haga el partido oficial, exaltar lo que haya hecho el partido de oposición como si hubiesen descubierto que el agua moja, etc. Y hay peores, los que viven en eterna campaña. Los que todas sus fotos llevan un accesorio con la crucita y la bandera tricolor, o en su defecto una estrellita blanca en un fondo rojo. Ambos símbolos fallidos. Son los mismos que en cada cosa que escriben en sus redes sociales llevan un "Presente por la Patria", llaman "terengos" a los que no piensan como ellos, "terrorista" a Monseñor Romero, y "Héroe", al Mayor.
Los otros, son los que en todo agregan "hasta la victoria siempre", llaman "piricuacos" o "champeros" a los que no piensan como ellos, mencionan a Schafick cada vez que pueden, hablan del odio de clases, y cierran una discusión con un "mejor andá a que te paguen con pollo campero por defender a tu partido".
Y nada, absolutamente nada de eso, ha sacado adelante al país. Y nadie, absolutamente nadie parece que vaya a hacerlo pronto.
De la campaña para diputados se desprende una verdad grande como una montaña, las elecciones en El Salvador son un simple concurso de popularidad. Es así como los partidos llaman a sus filas a figuritas que sean conocidas, como Cristina López o Hilda Jiménez por el PCN, a figuras que a los jóvenes, que son mayoría, les parezcan atractivos, como Johnny Wright, Juan Valiente, Maytee Iraheta, o se deciden por aquellos que su militancia tomará como figuras de mando, como Medardo González, Lorena Peña y Norma Guevara. Y en sus estrategias, se cubren las espaldas llevando candidatos del estilo de su competencia. Y no está mal, pero sigue sin haber propuestas serias.
La derecha acusa a la izquierda de populismo por sus subsidios, y no recuerda que los subsidios se heredaron desde hace ya varias administraciones. La izquierda, que tanto atacaba los subsidios antes, ahora los defiende. Cambian las figuritas, el panorama es el mismo. ¿Por qué votar si es pura búsqueda de relevancia y poder?
Hace poco vi la que probablemente será la ganadora de la próxima entrega del Oscar de la academia, "Birdman", y en una escena especialmente conmovedora por la profundidad de su diálogo, Riggan, el protagonista, menciona que quiere hacer algo importante, que lo que hace significa mucho para él, a lo que su hija contesta: "Importante para quién? Estás representando una obra basada en un libro escrito hace 60 años para un montón de ricos cuya única preocupación será donde comerán pastel y tomarán café cuando termine. Enfrentémoslo, no es por arte. Solo quieres sentirte relevante de nuevo. Y allá afuera hay mucha gente luchando por ser relevante a diario. Y actúas como si no existieran. Hay cosas pasando en un lugar que voluntariamente ignoras, un lugar que ya te olvidó. Me refiero, ¿quién eres) Eres el único que no existe. Haces esto porque estás asustado, como todos nosotros, de que no importas. Y sabes qué? Es cierto, no importas. No eres importante. Acostúmbrate".
Y es fácil relacionarlo al panorama político. Hay algo para todos. Los votantes nos ilusionamos y votamos en este concurso de popularidad, porque queremos sentir que contribuimos a algo, y ellos quieren ser elegidos porque les gusta saberse importantes, por encima de nosotros.
No me interesa seguir apoyando este sistema. Como dice Morrissey: "Each time you vote you support this process. You poor little fool..."
Ya no.