martes, 1 de julio de 2008

Horacio Oliveira en San Salvador. Cap. I

Julio tenìa a Morelli, yo tengo a Julio, y de puente en puente, como modo recurrente, utilizarpe el plagio como un homenaje a todo aquello que serìa... Si les ofende el plagio a modo de homenaje, pues no lo lean. Lo interesante es el fondo de lo que quiero decir y como tomo las palabras desde alla, hasta aca.Esto ya lo habìa hecho antes, peo la perspectiva de hoy es distinta. Muy distinta.
Ojo, aqui voy...

Capitulo I
¿La encontraría? ¿Era de veras mi Maga?
Tantas veces me había bastado asomarme, caminando como cualquier nadie entre la Universidad de El Salvador, y apenas la luz nocturna que flotaba sobre esas plazas que hacen veces de monumentos o puntos de reuniòn me dejaban distinguir las formas, y sobre todo, ya su silueta delgada se inscribía en el horizonte de una vida esperando a ser vivida con un impetu extraño, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, saliendo de cuidar un ciber cafe en los dìas postreros de Mayo, subir los peldaños del frente del viejo edificio de la facultad, entrar y acercarme a ella, a mi Maga que sonreía sin sorpresa, no tan convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita una hora exacta para escribirse y un dìa de la semana para verse sin problemas de limitaciòn del tiempo.Pero ella no estaría ahora en ninguno de los lugares en los que compartimos todo eso. Ni en los jugos, ni en ese pedazo de pasaje donde nos acostamos a ver las nubes y encontrarle figuras a las nubes cuando ella sentia algo, y hoy las sensaciones cambian y yo no...
Su fina cara ya no se asomaría a viejos edificios en la universidad màs antigua de El Salvador, quizá estuviera hablando con alguien en francès o en portuguès por su interes en los idiomas en cualquier curso especializado o comiendo una torta mexicana de esas que venden frente al porton de Medicina, no donde escribìa sus cartas el Mal Ejemplo, sino en el otro, ahi donde las hacen buenas.
De todas maneras camine hasta donde la conoci, una de esas tantas veces, en las bancas de Relaciones Internacionales, donde me confeso que era y no era ella a quien mi alma y mi corazòn buscaban con tanto ahinco. Ahora ella no estaba en mi camino, y aunque conocíamos nuestros destinos, cada hueco de nuestras vidas de estudiantes, cada tarjeta con poemas escritos en momentos desatinados e improvisados, o la mùsica que compartìamos y los papeles conformando un cubo negro de origami, aun así no nos buscaríamos màs. Prefería encontrarla en el bus un dìa, en la la red otro dìa, ya muy tarde, en el cine-club universitario algùn dìa o agachados en la grama conversando en la Universidad. Andába sin buscarla pero sabiendo que andába para encontrarla. En cada mujer parecida se agolpaba tenazmente como un silencio ensordecedor de esos que mencionaba Sartre, una pausa filosa y cristalina que acababa por derrumbarse tristemente, como una vieja sombrilla mojada que se cierra. Justamente como esa sombrilla, te acordaras quizá de aquella sombrilla vieja que escondìamos ese dìa que estabas sentada en el piso de mi facultad esperando que se acabara la tormenta, un anochecer helado de mayo del 2007. Lo escondìas porque lo habías roto, y lo usaste muchísimo, siempre distraída y pensando en tus sueños y tus multiples realidades.. Recuerdas cuando me dijiste que nunca dejarias de soñar?? Y aquella noche cayó un chaparrón y vos quisiste esconderla por pena cuando e al edificio y fui hacia vos, y en tu mano se armó una catástrofe de relámpagos y nubes negras, y nos reíamos como locos mientras me contaste q la habias roto. Terminado. Se acabó. Y yo no estába contento.
¿Qué venía yo a hacer al edificio, tan tarde? Me parece que ese viernes de mayo tenía pensado cruzar directo al porton de Anda y salir a mi aùn hogar para descansar... Como supe que debìa decirte siempre la verdad, por eso te oculte un par de cosas, tenìa miedo, a lo mejor tuve miedo de que leyeras en mi mano alguna verdad sobre mí, porque fui siempre un espejo terrible, una espantosa máquina de repeticiones, y lo que llame quererte fue quizá que yo estaba de pie delante de vos, con una flor de origami en la mano, y vos sostenías ese cuboy el tiempo soplaba contra nuestras caras una lenta lluvia de renuncias y despedidas. De esa manera nunca te llevé al cine; y sí, porque me lo dijiste, que a vos no te gustaba que yo te viese en cualquier parte, aunque poco a poco cambiabas de parecer y estuvimos a punto de vernos en la Plaza cerca de tu casa. Te calentabas las manos en la base de tu cuello, recuerdas? Cada vez que tenìas miedo o te sentìas mal, era la unica forma de verte tomando soda. Pero todo esto había que decirlo en su momento, solo que era difícil precisar el momento de una cosa, y aun ahora, acodado en el viejo escritorio, viendo surgir estas letras en un monitor, aun ahora, me preguntaba si todo este rodeo tenía sentido. Pero si hubieras estado ahí esta noche, como tantas otras veces, yo habría sabido que el rodeo tenía un sentido, y ahora en cambio envilezco mi fracaso llamándolo rodeo.
Sé que un día te conoci, sé que estuve un tiempo viviendo de prestado, haciendo lo que otros hacen y viendo lo que otros ven y todo con vos, y pensando en vos, en el futuro con vos, en tu propio futuro. Sé que salías de un auditorio y que nos hablamos, bueno, yo te hablè. Esa tarde todo anduvo mal, porque tus costumbres y mi estupidez te prohibían cruzar continuamente de una vez el umbral de la confianza para mirar las cosas más insignificantes en las calles que ya no recuerdo. Entonces te seguí de mala gana, encontrándote seria, hasta que te cansaste de no estar cansada y nos metímos otro dìa en un local de jugos cerca de la Ues, y mientras tomabas tu Rosa Coctel, me contaste un gran pedazo de tu vida.
Cómo podía yo sospechar que aquello que parecía tan mentira era verdadero. Más tarde me creíste, más tarde hubo razones. Y por qué no nos habremos ido cuando todavía era tiempo.
Y mirá que apenas nos conocíamos y ya la vida urdía lo necesario para desencontrarnos minuciosamente. Como no sabías disimular me di cuenta en seguida de que para verte como yo quería era necesario empezar por cerrar los ojos, y entonces primero cosas como estrellas,luego saltos de humor y de las horas enviandonos mensajes mientras nos reiamos como locos, ingreso paulatino en un mundo, un mundo donde te movías como un caballo de ajedrez que se moviera como una torre que se moviera como un alfil y que acababa siendo una reina. Y entonces en esos días íbamos a platicar y te hablaba de peliculas y libros, porque yo con mi cultura, no es cierto, y vos no eras ese tipo de personaque no entendía absolutamente nada de todo, sabìas mucho de mucho. Me molestaba a veces un poco tu manía de limpieza y perfección, con tus zapatos converse rotos, con tu negativa a aceptar lo aceptable. Yo aprovechaba para pensar en cosas inútiles, método que había empezado a practicar años atrás en mis fracasos y que cada vez me parecía más fecundo y necesario. Y el juego consistía en recobrar tan solo lo insignificante, lo in ostentoso, lo perecido. Convencido de que el recuerdo lo guarda todo y no solamente a las a las grandes efemérides del corazón y los rincones, me obstinaba en reconstruir el contenido de mis relatos , la cara de una muchacha irrecordable llamada ****, hasta que venìas y me sacabas del bobo soliloquio y nos reíamos, empezábamos a andar de nuevo entre la gente. Y ya para entonces me había dado cuenta de que buscar era mi signo, emblema de los que salen de noche sin propósito fijo, razón de los matadores de brújulas. De la misma manera le encantaban los líos en que andaba metida siempre por causa de las leyes en su vida. Era de las que rompen los puentes con solo cruzarlos. Por mi parte ya me había acostumbrado a que me pasaran cosas modestamente excepcionales, y no encontraba demasiado horrible que al entrar en un cuarto a oscuras para recoger un cumulo de poemas que le estaba escribiendo a diario, sintiera bullir en la palma de la mano el cuerpo vivo de una idea recien parida en forma de polilla que habitaba en mis hojas carcomidas. En fin, no es fácil hablar de ella que a esta hora seguramente duerme en su casa tranquila sin pensar en el pasado. Sé lo que es eso porque obedezco a esas señales. Y la vida sigue. Y ya leyeron mucho... Y plagio con amor, siempre con amor.
Julio 2008

3 Manchas en la pared:

Anónimo dijo...

"no donde escribìa sus cartas el Mal Ejemplo, sino en el otro, ahi donde las hacen buenas"
:P
doy fe, allí no habían buenas tortas
***
sabe que, en el fondo, me recuerda a un texto "los primeros poemas de amor":
1
En ellos uno escoge
casi arbitrariamente un objeto
cálido, apetecible, curvilíneo
para fantasear sobre él
(a veces
ni siquiera es preciso el objeto:
impenetrables los caminos de Narciso).

No se habla del otro: se habla
de la propia ansia
del propio miedo
del propio dolor.
Autoindulgente campanero de cristal
echando la vida al vuelo.

Más adelante se aprende, poco a poco
a menudo con crujir de dientes
y gustosas angustias
y estrujones de corazón, la enorme
distancia que separa un cuerpo de otro
cómo a veces se salva en un instante
cuán radicalmente
es cada ser humano un infinito.

Se llega a estar ante el otro
como ante una patria remota.
Dicho sea de paso
lo antedicho no solamente ocurre
con los poemas de amor.

Anónimo dijo...

A partir de Rayuela siempre se construyen nuevas historias, verdad?
Bien por tu historia.

Saludos.

Anónimo dijo...

@ Mal Ejemplo:Mi vida es una Rayuela, un juego a seguri para siempre, que màs les voy a decir...

@ Leslie: Es cierto, siempre Julio tenìa salidas para todo.Como Sabina con su mùsica...Saludos Leslie.