domingo, 25 de octubre de 2009

Y

Y caminar
Y ver el mismo bache lleno de agua.
Y darse cuenta que da igual lanzar una piedra y jugar con los círculos que se hacen en el agua.
Igual se irá.
Y da lo mismo saber que hay algo dentro del agua.
Que en el fondo no es una mentira eso de buscar un paraíso. Porque la vida se resumía siempre en buscar.
Tirar la piedra, ver el charco, y buscar esa cara.
Ver esa cara que se deshace mientras la piedra toca fondo.
Y en ese momento la busqueda se resume en eso.

¿Qué hay dentro del charco?
No. No hay nada que buscar. Y esa es la busqueda. El resultado infinito. Deducir que en el fondo, saber o no saber es lo mismo.
El paraíso está momentáneamente en ese charco.
Y el charco está de repente en mi cara.
La piedra está dentro de mi.
Y es inútil.
Inútil buscar en el reverso de las cosas.
Porque el reverso y el anverso, ya no significan nada.
La piedra, no deja de ser parte de mi que la he tirado, así como el reflejo sucio no deja de ser parte mía.
Y el charco solo soy yo, tirado en la calle.

De pronto me descubro sentado en esa vieja banca.
Y otra vez me veo.
¿Me veo o es él quien me ve?
Y en esa busqueda de sentido, no hay más que hacer, que cruzarse de brazos.
Mientras lo que es, muere devorado por lo que ves.

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