Camino por las calles del centro de San Salvador, tranquilo luego de ir al lúgubre sitio donde siempre me corto el pelo.
Paso por el Palacio Nacional y veo un montón de viejos careyes que pululan por ahí y me recuerdan la triste profecía de mi futuro. De mi presente, ni hablar.
Resulta que vienen 3 de esos tipos con toda la pinta de extranjeros, con sus camisas blancas, encorbatados y claro, con su gafetito que expresa que son miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos del último día.
Pasan y se detienen a saludar a cada persona con amabilidad, le dan una hoja con información, le sonrien y se despiden.
Uno de ellos se detiene ante mi, que estoy esperando que los buses me den oportunidad de cruzar la calle, y me saluda, me acerca el papel y me ve a los ojos. Luego de unos segundos me ve como con sorpresa, no se despide, le habla a sus compañeros, y caminan más rápido.
Todavía los veo a lo lejos, observándome con esa mezcla de desprecio, odio y miedo.
¿Y yo qué hice?
1 Manchas en la pared:
jajaja ¿qué pasó?
Quizá no les gustó tu corte de cabello :P
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