sábado, 18 de diciembre de 2010

Soy el Anticristo. (Anti, para variar.)

Camino por las calles del centro de San Salvador, tranquilo luego de ir al lúgubre sitio donde siempre me corto el pelo.
Paso por el Palacio Nacional y veo un montón de viejos careyes que pululan por ahí y me recuerdan la triste profecía de mi futuro. De mi presente, ni hablar.
Resulta que vienen 3 de esos tipos con toda la pinta de extranjeros, con sus camisas blancas, encorbatados y claro, con su gafetito que expresa que son miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos del último día. 
Pasan y se detienen a saludar a cada persona con amabilidad, le dan una hoja con información, le sonrien y se despiden.
Uno de ellos se detiene ante mi, que estoy esperando que los buses me den oportunidad de cruzar la calle, y me saluda, me acerca el papel y me ve a los ojos. Luego de unos segundos me ve como con sorpresa, no se despide, le habla a sus compañeros, y caminan más rápido. 
Todavía los veo a lo lejos, observándome con esa mezcla de desprecio, odio y miedo. 
¿Y yo qué hice?

1 Manchas en la pared:

Sofi dijo...

jajaja ¿qué pasó?
Quizá no les gustó tu corte de cabello :P