El año son 365 hojas de calendario. 365 cuadritos que comerse de una vez o tirarlos a la basura.
Lo más normal es que diga que sigo siendo una persona llena de crisis existenciales y dudas sobre mi capacidad, pero no lo haré.
El 2012 fue bueno conmigo.
2012 se fue y no me dejó ni una chiva, ni una burra negra, ni una yegua blanca, ni una buena suegra, pero me dejó:
Un trabajo formal en el que siento que tengo los mejores compañeros que jamás he tenido en ningún otro trabajo. Un trabajo en el que me siento bien y en el que aprendo cada día algo nuevo.
Paciencia y tranquilidad. El 2012 fue un año emocionalmente relajante para mí. Me hizo ver que la mayoría de circunstancias dependen del empeño y dedicación que se le designe, más que las posibilidades de hacerlas pasar. Las posibilidades solo son eso, posibilidades.
Me dejó también más amigos. Conocí mucha gente que le suma a mi vida, y mantuve los amigos que ya tenía. Nada vale la pena más que compartir con los amigos lo que da la vida.
Este post es una especie de autoexcusa. Puedo también presumirles que compré 5 nuevos libros, que tengo un peluche de Fantastic Mr. Fox, que tengo una nueva perrita, etc. Pero la verdad, eso justifica el 2012, aunque no los errores que cometí.
En el próximo post, lo que pienso lograr en el 2013, y que en alguna forma podría llamarse propósito.
Gracias 2012.
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