Restaurante capitalino.
Juegan los 2 equipos con mayor fanaticada en El Salvador. No son Alianza, ni Firpo, ni FAS, ni Águila. Ni siquiera es la selecta porque el apoyo popular, y por ende el patriotismo, ha decaído una vez se conoció que los jugadores, antes héroes de la patria, se ganaban unos cuantos miles de dólares vendiendo resultados de los partidos. Digamos que algo así como nivel amateur de funcionarios de gobierno. Pero no juegan ninguno de ellos. Juegan el Barcelona y el Real Madrid, esos equipos que desconocemos porqué hemos apoyado desde hace décadas.
Primero juega el Barcelona. El Sevilla pone resistencia durante mucho de los 90 minutos. Al final, decenas de cervezas de por medio, puteadas, y coqueterías con las meseras aparte, el Barcelona gana con un poco de polémica 3-2.
Luego es el turno del Real Madrid, que aflictivamente consigue un empate a 2 de visita con el Villareal.
Pero las puteadas no importaban, ni las cervezas, ni el sonido ambiente que no permitía hablarse. El amor era la pareja, ambos de unos 40 años, ella con la camiseta de Neymar, él con la camiseta de Cristiano Ronaldo. Abrazados durante todo el partido. Celebrando los goles del equipo contrario. Sonriendo. Compartiendo. Amando.
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