La parada de buses está sola.
Tengo la enorme suerte de ser el único que espera el bus, cuando lo veo llegar a lo lejos.
Subo y no hay ningún asiento vacío.
El bus no se va porque hay que esperar a que se llene.
Suben unas 10-12 personas más. Todos ubicados en el lugar que eligen para esperar que un asiento se libere.
4 o 5 personas de las que se subieron mucho después, logran sentarse rápido. Yo termino mi viaje de pie.
Así como en todo en la vida, nunca significó tan poco haber llegado primero.
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