Cuando llegaron al lugar del encuentro él llevaba la mano aún ensangrentada. Ella pacientemente comenzó a limpiarla para ayudarlo.
No se alcanzaba a ver mucho trás la nube que dejaba esa inmensa sombra deforme en la calle sin nombre.
Y mientras ella limpiaba la sangre, él pensaba en eso.
Eso, eso, eso.
No podía dejar de pensar en cuán grande es un paraíso.
Porque los paraísos existen. Es más de uno y no siempre estan en la tierra.
Un paraíso como el que había visto, era lo más bello y puro que jamás existiría en el universo. Ahí los hombres no se mentían, no se adulaban, no sufrían.
El cielo era una inmensa cortina celeste de celofán. Las plantas eran telas naturales.
Los soles-porque eran dos- brillaban uno por horas y el otro por años. El más lejano por horas.
La vida se dejaba vivir sin conciencia de serlo.
Y las montañas, inmensos pliegos de rojo celofán, con pájaros imaginarios, y caballos invisibles con perfúme divino, estaban a paso libre. A paso era un decir. No había que caminar. Pensabas que querías ir, y estabas.
"Es injusto que no puedas entrar. Pero eso tiene sentido y solución." Dijo su amigo, el del sombrero blanco.
"Solamente arrancale las cuerdas vocales.Porque tu voz no puede entrar al paraíso. Pero debe ser una ofrenda voluntaria".
Así, él la convenció del amor, sus verdades y uno que otro demonio.
Hoy, ella limpiaba las manos ensangrentadas de él.
Sus labios podían ser leídos.
"Te amo".
Arriba el tipo del sombrero blanco ríe carcajadas.
La grâce de dieu est perdue et le démon est orgueilleux
L'absence de la méchanceté était la naissance de même
1984 - Capítulo 5. Primera parte
Hace 2 meses
1 Manchas en la pared:
Buen comienzo
Publicar un comentario