Correr porque se te ha hecho tarde y no hay más tiempo. Son más de las 5 de la tarde. Si no llegás no te lo perdonarás.
No son esas cosas que uno puede delegar o cambiar. Tenés que cumplirlas.
Un ritual de lo habitual, como lo parafraseaba Monsiváis o lo cantaba el Glam rock de los ochenta. Inevitable.
No importa que se comience a hacer la oscuridad, corrés porque tenés que llegar.
Sudás y sudás en el camino y pasás por el remolino de gente hasta llegar al lugar del hecho.
En una de las partes más peligrosas del país. Porque no importa que en otro lugar lo hagan más barato, lo hagan mejor, o lo hagan más fino, uno no puede cambiar de peluquería de la noche a la mañana.
Los animales que llevamos década y media cortándonos el pelo con la misma persona, simplemente no podemos cambiar.
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