Querida:
(Yo sé, no sos, ni serás mi querida. Perdón por la engañosa ligereza de las palabras)
Te escribo porque sé, que en el fondo da lo mismo, si voy o vengo, si escribo o no, si un ave de nombre desconocido ha decidido emigrar hacia el sur, o si una nueva especie ha sido descubierta en el fondo del océano.
Yo sé que si fuera importante, ahora todo este devaneo en que consiste escribirte, tendría sentido.
Pero ahora todo lo que necesito es que me odies.
Yo no quiero que veas un papel mal escrito entre tus cosas, que lo leas y pensés. No.
No quiero que algún día caminés por donde solíamos ir y recordés las palabras que te decía.
Hoy solo tenés que pensar en lo que no se ve.
Hoy andá ve un pájaro saltar de rama en rama, y con mi espíritu de ornitólogo te voy a acompañar.
Y recordá todas esas veces que me viste pensar, con lo mal que te caía que pensara. Detestabas que le diera mil vueltas a todo.
Recordá eso.
Recordá también mis estupideces. Esas fueron muchas.
Recordá que a veces uno es un niño.
Y el tiempo pasa lento.
He pensado en estos días, todo lo que no te voy a escribir.
Y he decidido no escribir nada.
Por eso las palabras, esas perras negras imperfectas, se van y se deslizan, hasta el precipicio de la hoja, para morir sin salir del lápiz.
Pero no quería venir a escribirte. No vas a leer.
Sos como el niño que no aprende a leer, porque no lo necesita. Los niños son felices viendo las imágenes. No necesitan entenderlas.
Y Dios me libre de ser un niño crecido.
Por hoy, solo quiero pensar que lo que escribí sirvió de algo, aunque pensándolo bien, no sirvió, ni de mal ejemplo. Yo sé que vivir a veces se nos hace un reflejo de cosas pasadas, de cosas que ahora no tienen la menor importancia. Y sospecho que ahora, allá, dormís tranquila con tu edredón celeste y yo aqui, le escribo a un papel y veo un dibujo que alguna vez hicíste, y pienso que sos vos. Mirandome retadoramente, con la seguridad de quien me puede acabar de un plumazo. Algún día te voy a escribir algo importante, o quizás algo más maduro, donde te diga que soy feliz, que ya pasó el tiempo de estar soñando que venís y me sacás de la rutina. O mejor aún, el día que te escriba que te felicito, porque vos saliste de la tuya, sos feliz, y en fin, sos lo que siempre quisiste ser. Algún día te escribiré para eso. Cada cierto tiempo tengo que abrir las páginas del tonto diario que solía llevar. Y practico mi deporte favorito: recordar.
Pero sabés? te escribo y quizás soy feliz. Quizás ahora me hace feliz estar triste. Recordar debe ser mi estado de gracia.
A veces oigo cantar a la gente en los centros comerciales, y me dá por acordarme de vos. Y comienzo a cantar aquello de "I´ve got you under my skin, I ´ve got you, deep in the heart of me", y sé, que no hay razón para cantar. Entonces un cosquilleo me invade la espalda, es como escalofrío, pero placentero.
Un día te vas a acordar de cuando los palindrómicos significaban algo para nosotros. Ya ni siquiera recuerdo los que inventamos. O los anagramas sin chiste ni sentido.
Hoy vi un perro casi rojo, grande y con cara de tonto; a vos te habría gustado.
¿He querido escribirte sabés? Pero no lo he hecho. Y no sé qué me lo impide. Llamálo como querrás. No sé qué es.
Pero la vida en estos días, se resume en trabajo, azucar, gripe y amigos. Las letras no me ayudan mucho. Es como vos, saben que las necesito, por eso huyen.
Mis amigos estan un poco hartos de oírme hablar de vos. Vos deberías hablar con ellos,quizás podrías entender un poco lo que siempre ando pensando. Esa eterna busqueda de ese algo, en lo habitual, que haga que las cosas tengan sentido. Un día vas a conocer a mis amigos, y les tendrás ese respeto que solías tenerme a mi, cuando pensabas que yo sabía tantas cosas. Pero a ellos se los tendrás merecidamente.
A veces me detengo para escribir, y te hago un par de líneas, y se me caen los dedos de tanto escribir. Dos líneas y a la basura. No puedo escribirte nada decente. Vos sabés. Meto las manos en los bolsillos y quién me saca de esa idea de escribirte solo en la cabeza, como intento de escritor frustrado que soy.
Solía siempre estar triste cuando te escribía, sabés? Hoy no. No sé siquiera lo que pasa por mi mente, pero no estoy triste. Quizás solo estoy. Estar como un complemento, ni siquiera como verbo..
Pero ya escribí demasiada basura, como intentar un soneto con palabras tomadas al azar del periodico. Ya me pasé de tonto hoy. Y no, no me voy a disculpar. Te irritaba tanto que me disculpara por todo. Y quizás tenías razón. Es mejor borrarlo todo y volver a la rutina. Volver a ser una planta de esas parasitarias que se pegan en los balcones que tanto le gustan a Elena, de esos que en las noches se ven tan hermosos, con sus retoques de tiempos mejores. Volver a la rutina, o lo que es lo mismo. A acostarme a dormir y tirar en la alfombra del cuarto, mis libros de cabecera, para releernos y que me dé un poquito de nostalgia para seguir vivo. Y ver el maldito cofrecito azul, y decidir que de todos los recuerdos podría botar. Porque mi cuarto se desenvuelve como mi vida. Empolvada, con olor a viejo y apolillado.
Ya no te escribo cosas sin sentido, no te gustaría leerlas, vos que me dibujabas corderitos, vos que aprendías francés. Vos entenderás que ya no podemos complementar lo que dice el otro. Porque, no sé porqué, pero solo sé que los ritos son una cosa muy olvidada... Me voy, me esperan Julio, Roque, el Conde Tolstoi y un cuento que tengo pendiente de Chejov. Y si quiero tal vez a las 3 de la mañana sienta ganas de encender el aparatito y ponerme a ver Casablanca, por milésima vez.
La rutina ahora ya no importa, porque uno decide que sigue aqui, y que hay un calor insoportable, pero uno trata de estar bien.
Pero no quiero borrar este intento de escribirte una carta, sin hacer dos cosas.
1. Decirte que algún día entenderás que valía la pena ser como soy, y quererte como te quería.
Y
2....