La historia nos ha dicho que a uno de los presidentes más amados de la historia de los Estados Unidos, y a quien ha puesto de moda la maravillosa interpretación que hizo Daniel Day Lewis, en la película de Spielberg, "Lincoln", lo asesinó un actor de teatro llamado John Wilkes Booth, debido a su simpatía por el lado del Sur en la recién terminada guerra civil que enfrentó el país, y la cual fue hábilmente negociada por el mismo Lincoln y el General Grant para reconstruir lo más pronto posible el sistema de los Estados Unidos. Lo que no suele mencionarse demasiado, porque no pasa de ser anecdótico, es la frase que dijo Wilkes Booth en el momento del magnicidio: Sic semper tyrannis. " Así siempre a los tiranos". Irónico.
Lo anterior viene a mención por un hecho simple: el tirano lo es siempre para una parte, el aclamado patriota igual. Ninguna persona obtendrá el honor perpétuo e indivisible de la humanidad, a menos que se acompañe de la famosa frase que le atribuyen a Borges de que " a los hombres se les juzga por sus mejores cualidades". Lo cierto es que a cualquiera se le olvidarán los defectos de aquellos que se han ganado el favor de los demás. Nadie recordará las historias negras sobre Gandhi, Madre Teresa, el Papa Juan Pablo II, etc. Eran personas íntegras. Casi se nos hace increíble que alguna vez tuvieran diarrea o algo parecido. No lo concebimos. Y es una tontería no hacerlo. Todos somos humanos. Somos personas y defendemos nuestros ideales hasta donde creemos conveniente.
Para mucha gente que conozco, Hugo Chávez fue lo peor que le pudo pasar a Venezuela. Estatizó los medios de producción más importantes de Venezuela, estableció presupuestos para obras sociales que generaron deudas externas por miles de millones de dólares, estableció limitaciones a la clase más adinerada, etc. Y estoy de acuerdo con que no era el mejor presidente del mundo, ni el que mejor se expresaba, ni mucho menos el más puro, considerando su desfachatado nepotismo que siempre odié.
Creo, fuera de su mala educación en los protocolos más altos, que lo importante es la gente. Y así como conozco gente que se quejó todo el tiempo de Chávez, también conozco gente que me habló maravillas de su gobierno. Gente que comió, se educó y tuvo mejor salud, gracias al gobierno de Chávez.
Ni a mí, ni a ningún salvadoreño nos corresponde juzgar el gobierno de Chávez. Sobre todo si lo hacemos desde la única óptica de nuestra simpatía política.
La gente es así. No perdemos una oportunidad de defenestrar al oponente por el simple hecho de serlo.
A alguien de pensamiento liberal-derecha-radical-republicano, no se le ocurrirá siquiera pensar que al menos una idea o plan de un gobierno de la facción contraria sea efectivo y además bueno. Y a la inversa, ningún militante de izquierdas-revolucionarios-socialistas, etc, serán capaces de admitir que un gobierno, o aún, un líder de derecha tiene una idea, pensamiento, plan, que sea igualmente efectivo.
Es la misma lucha de contrarios de la que habla la dialéctica, pero estupidizada hasta el cansancio.
Deng Xiaoping gobernó durante 20 años a la China "Comunista", y la introdujo a las mayores reformas económicas desde el " Salto hacia adelante" de Mao, que tantos muertos había ocasionado. Una de sus frases más recordadas fue: "No importa que el gato sea blanco o negro; mientras pueda cazar ratones, es un buen gato."
Eso es un buen corolario para este momento. Chávez ya murió y no fue el mejor presidente del mundo, pero fue quizás el que necesitó Venezuela, y el que dejó una Venezuela totalmente distinta a la que encontró, con índices sociales mucho mejores a los que tomó.
Lo que depara el futuro del chavismo lo decidirán los mismos venezolanos que han vivido apoyándolo durante 15 años. Aunque era obvio el caudillismo, si en 15 años la oposición tuvo oportunidades de recuperar el poder y no lo logró, deberá mejorar sus propuestas para esta nueva oportunidad, porque a los venezolanos, como a los latinoamericanos que compartimos esta historia de excesos políticos, dictaduras, clientelismo con las grandes potencias, etc, lo que nos importa son los resultados. Así de simple.
Nosotros decidimos nuestros conceptos, aunque cueste creerlo.