martes, 22 de junio de 2010

Anti Obituario.

Hace un tiempo tenía cierta discusión con un amigo sobre gustos literarios y esas cosas. Suponía mi amigo que mi gusto literario era altamente influenciado por la entrega de los premios más importantes, bayuncadas como el Nobel, Pulitzer o Principe de Asturias. Lo cierto es que la respuesta a esa afirmación es casi tan plena como yo de ambigüedad. Ciertamente, si no hubiese sabido que algunos autores recibieron el premio, nunca los habría podido leer. En algunos casos me llevo la sorpresa de descubrir trabajos que honestamente no me gustan, aunque no sepa nada de eso. Porque francamente no soy crítico ni tengo nada que ver con las ciencias de las letras. No soy un académico. 
Sin embargo, aunque me decepciona que Proust, Joyce, Nabokov, Kafka, Borges, Cortázar, Tolkien y C.S. Lewis nunca hayan recibido el Nobel, también debo aceptar que sin el bendito premio, jamás habría leído a Günter Grass, a John Maxwell Coetzee, y claro, a José Saramago.

La semana pasada la red se llenó de signos de aprecio hacia el fallecido señor portugués. Honestamente si hay algo que puedo respetar en las personas de cualquier oficio, es que valoren la libertad, y la capacidad de transgresión ante las posibilidades tan cortas de creatividad, en la sociedad actual. 
Y valoré como no tienen idea que este señor portugués tuviera el valor de hacer afirmaciones tan llenas de inteligencia, que siempre me parecían tan sencillas, pero de una lucidez espantosa. (Es un cumplido)
Recuerdo que en 2001 cuando entré a la Universidad de El Salvador, decidí leer algunos libros que me parecían interesantes. Ahí a mis 17 años tuve contacto con Rimbaud, Baudelaire o Verlaine, por primera vez.  Por ese tiempo, descubrí que en mi casa en la pila de libros sin leer, tenía copias de algunos de sus libros.  Fue ahí que también me animé a leer a Saramago. 
Lo leí porque en las secciones de cultura, que obligatoriamente leía por culpa de un maestro del 9º Grado que me obligaba a leer el Tres Mil del entonces solo "Latino", así sin el Co., mencionaban una entrevista que tenían con el entonces recien premiado escritor. Era 1998 y aunque usted no lo crea, fue una revelación graciosa para mi, que entonces escribía poesía muy mala ahora está perdida en el viejo cuaderno negro bajo mi cama, cuando leí en la entrevista la frase "Los siguientes veinte años no se dedicó a la literatura. «Sencillamente no tenía algo que decir y cuando no se tiene algo que decir lo mejor es callar»."
Me emocionó saber que si tenía algo que decir sencillamente lo haría. Si no tenía algo que decir, pues a hacer otra cosa. Era libre.
Por eso, cuando encontré en ese 2001 de buenas notas, terremotos, y aún beca, el Evangelio Según Jesucristo, mi primera impresión fue de asombro. Había leído evangelios apócrifos, y tenía una educación salesiana. Pero el libro, contrario a mi idea, no me gustó. Sentía que no era mi estilo. Entonces aún pasaba por la etapa de leer libros de escasa calidad.  Solo recuerdo la polémica con una amiga cuando le dije que según Saramago en esa novela, José era culpable por omisión de la masacre de los niños inocentes. Y ardía Troya al discutir con lo poco que se sabe de Ciencias Jurídicas cuando solo se ha estudiado un año. Aceptémoslo, no se sabe realmente de Derecho, si no se han estudiado al menos hasta el 3er o 4to año. Si piensa lo contrario, se equivoca.
Luego, tomé con duda la lectura de "Todos los nombres". Y comenzó a gustarme. Soy chillón y tenía una buena historia de amor neokafkiano. 
Le di en el 2002 otro chance a mi lectura con él, cuando leí La Caverna, que me gustó a medias, y El Hombre Duplicado que jamás terminé.
A comienzos del 2003 lo encontré. Llegué a la Biblioteca y mientras decidía que libro de él agregaba a mi lista de lectura junto a los Manuales de Derecho Administrativo, en la computadora apareció: "Casi un Objeto". Ese día supe que esa era la parte que tenía que leer. Fue maravilloso. Descubrí que Saramago le daba voz a objetos, que podía hacer lo que quisiera, que no le importaban las academias y le valía suprimir signos. Y me sorprendi. Y sorprendido me maravillé. Y maravillado lo admiré. Y lleno de admiración, aprendí. 
Sus últimas obras como El Viaje del Elefante y Caín, nunca los terminé. Quizás si soy un mal lector.Dan testimonio los 4 o 5 libros sobre la alfombra de mi cuarto. 
Cuando estaba a mitad de mi último año en la Universidad, se le ocurrió a alguien invitar a don José Saramago a este pequeño país. Le dieron el Honoris Causa en la UES, y sobre todo, me encantó la entrevista que le hizo Mauricio Funes. Sin embargo, siempre me impactó una frase que publicaron en La Prensa Gráfica, ilustrada con una foto en la que se le veía pensativo, y resaltaba "Yo ya no sé quien soy". 
Defendía causas perdidas maravillosas. 
Escritor con tendencias políticas zurdas, y ateo.
No queda más que seguirlo leyendo, y sobre todo, aprender.
En conclusión, la diferencia entre Dios y Saramago es que Dios no existe, Saramago existió. 
Sobre el ateísmo de Saramago(con la venia del Dr. Luis Fernández Cuervo, que se la traía contra él), aprendí en términos cortos, esto: 


3 Manchas en la pared:

Clau dijo...

Digamos que las frases que leí de él en el twitter en esta semana no me dejaron tan buena impresión. Tendría que leer los libros.

Mandame tu favorito, a ver qué ondas.

Raúl Marín dijo...

@Clau : Leé Casi un Objeto, mi favorito.

Clau dijo...

Prestámelo pues!

Ya no me da el tiempo para andar sacando libros de biblioteca.